Seguramente recuerdan aquel comercial en que un conocido comediante peruano cerraba su intervención diciendo “¡No vayan!”, cuando lo natural sería que más bien invitara a que la gente acuda a ese establecimiento. Entonces, ¿cuál es la intención de ese “No vayan”? Al ser la comunicación un acto humano, es natural pensar en que el mensaje […]
Por Shirley Cortez González. 27 agosto, 2013.Seguramente recuerdan aquel comercial en que un conocido comediante peruano cerraba su intervención diciendo “¡No vayan!”, cuando lo natural sería que más bien invitara a que la gente acuda a ese establecimiento. Entonces, ¿cuál es la intención de ese “No vayan”?
Al ser la comunicación un acto humano, es natural pensar en que el mensaje que se transmite en los actos comunicativos es fruto de la voluntad de las personas, que las mueve a expresarse de una u otra forma con una intención determinada.
Todos los mensajes encierran una intención comunicativa y se configuran en torno a ella. El hablante que se comunica con otro lo hace para informar, explicar, contar, saludar, disculparse, etc. Y para ello, la lengua le brinda los recursos y el hablante escogerá los más adecuados para expresar su intención, considerando, además, ciertos factores extralingüísticos: con quién habla, qué relación de autoridad o subordinación existe entre los interlocutores, en qué lugar se encuentran, etc.
Algunas veces la intención se expresa directamente, por ejemplo, mediante un verbo: declaro, certifico, solicito, juro, brindo, etc. En otros, sin embargo, la intención se oculta detrás de formas que, en principio, aparentan otra, dejándole al receptor la tarea de desentrañar qué hay detrás; y de interpretar no solo el significado, sino el sentido del mensaje. Pensemos en un amigo que le dice a otro en la taquilla del cine: “Uy, se me quedó la billetera”. Ese amigo no solo “informa”, está diciendo “Págame la entrada”. El emisor corre el riesgo de que el receptor finja no darse por enterado o que, realmente, no reconozca la intención o, dicho coloquialmente, que no entienda la “indirecta”.
De otro lado, la intención no siempre es concebida previamente, ya que las intenciones son “negociables” y pueden variar a lo largo de la interacción, en función de las circunstancias. Así, el empleado que quiere aumento y se queda sin él, porque cuando iba a pedirlo el jefe (quizá anticipando lo que el otro se proponía) le habla de la difícil situación de la empresa.
La intención actúa como un mecanismo regulador de la actuación del hablante, ya que lo guía en la selección de las unidades más adecuadas a la situación y le permiten conseguir lo que se propone. Volviendo al “No vayan”, el indicar lo contrario de lo que se quiere lograr funciona como recurso publicitario para despertar la atención del consumidor.